Nos toca vivir un periodo muy complejo que genera mucha indignación. Un periodo en el que la mayoría de la gente se encuentra, también, desorientada, perdida, confundida. Lo mismo nos pasa a los empresarios y directivos, ya que de golpe se han puesto en cuestión toda una serie de creencias y una manera de hacer, lo cuál nos haría suspender un hipotético examen, ya que “cuando habíamos aprendido las respuestas, nos han cambiado las preguntas”.
Desde la vertiente empresarial, aunque nos lo pone mucho más difícil, lo debemos interpretar como una gran oportunidad “haciendo y pensando cosas diferentes, para conseguir resultados diferentes”. A diferencia de la situación de confort anterior, hoy para sobrevivir debemos poner en cuestión todos nuestros paradigmas de gestión de empresa, para cambiar radicalmente, haciendo entrar aire fresco (el “openmind” anglosajón) con nuevos conocimientos, nuevos valores y la tecnología necesaria para hacer posible que al señor cliente le aportemos verdaderamente VALOR y sea el centro de todo y de todos.
Este nuevo paradigma, de manera muy similar a lo que reclaman los indignados, no tiene, en esencia, nada extraordinario: las personas, siempre, deben ser lo más importante, el centro de todo. Si la política y la economía deben poner el foco en las personas, en sus necesidades, en sus derechos, una empresa debe hacer exactamente lo mismo, valorando por encima de todo a los señores clientes a través de sus colaboradores. Y para llegar a este nuevo escenario hay que tener en cuenta tres conceptos fundamentales:
Aquello que yo no puedo cambiar
Aquello que sí soy capaz de hacer respecto de mis responsabilidades
Y aquello que debo hacer para “conseguir que las cosas pasen”
Indignémonos por lo que está pasando, por los Bancos y su política restrictiva; apoyemos, si estamos de acuerdo, a aquella gente que apuesta por un cambio, que tiene iniciativas reales, ganas de mejorar y de luchar por un bien común. Pero, atención: nuestro tiempo es oro, y priorizar las energías reales y emocionales es la primera clave para salir de esta situación. Así que dediquemos los máximos esfuerzos y recursos a pensar, concretar y visualizar la hoja de ruta de nuestras empresas.
Apostemos por la practicidad y la acción, y no dediquemos más tiempo del necesario a preocuparnos por aquello que, nosotros solos, no podemos cambiar. No perdamos de vista que, en época de crisis, el corto plazo debe estar siempre en nuestra mente, pero siempre alineado con una visión de futuro, generado esfuerzos, decisiones y acciones para garantizar el primer nivel de objetivo que es la SUPERVIVENCIA.
Esto liga con el segundo punto: ¿qué es lo que realmente puedo hacer yo mismo? Aunque pueda parecer contradictorio con lo que se acaba de exponer, no debemos olvidar otra máxima que dice “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia…”. Por favor, ya está bien de buscar responsables fuera de las empresas. Insisto: muchos directivos, empresarios, emprendedores, se quejan, y con razón, de los bancos, de las administraciones, del poco apoyo, de la falta de implicación. Tienen razón, sí, nadie lo discute. Pero, de nuevo, el tiempo es oro: mientras nos quejamos y buscamos responsables, no somos capaces de cambiar desde dentro, de empezar por uno mismo.
¿Cuántas empresas, grandes y pequeñas, no son capaces de ir más allá de lo que han hecho “toda la vida”, de salir de su zona de confort?; ¿cuántos directivos no son capaces de buscar nuevos modelos de actuación, ni nuevos modelos de negocio, ni contemplar alianzas incluso con sus competidores, ni de entender que se debe hacer un esfuerzo por aprender nuevas lenguas, ni apostar por contratar colaboradores potentes, incluso mejores que ellos mismos, que puedan aportar nuevas idees, ni de importar conceptos ya trabajados en otros sectores…? Todo esto lo debe hacer la Dirección de la empresa, y, con el tiempo que le sobre, quejarse de los bancos, de los políticos y de lo que quieran. Pero nunca antes de ponerse a trabajar duro, que es lo que toca.
Alguien en la empresa debe visualizar un nuevo camino, una nueva manera de hacer, una nueva manera de relacionarnos con los señores clientes, una nueva manera de escucharlos, una nueva manera de tener un diálogo con nuestros colaboradores, una nueva manera de reconocer el esfuerzo de los buenos colaboradores. Ya no basta con tener sólo objetivos, y esos los que los tengan (un amigo mío, gurú de la publicidad, dice que tener objetivos “es vulgar…”), si no que hay que tener pasión y compromiso, y buscar estos elementos, que son los que verdaderamente marcan la diferencia, en todos nuestros colaboradores. Por eso, la Dirección, y nadie más, debe dejar de fomentar un trabajo mecánico, un trabajo que hace que la gente se deje la imaginación en casa. La Dirección, y nadie más, debe crear “espacios de diálogo” para buscar el compromiso, ideas nuevas, para experimentar, y sobre todo para conseguir que ir a trabajar se pueda hacer con PASIÓN.
Nos tenemos que poner las pilas y ser los primeros en dar un vuelco y repensar la manera de actuar, de dirigir. Debemos cambiar radicalmente, o acabaremos pagando un peaje altísimo; de hecho, ya lo estamos pagando, ya que está clarísimo que nada volverá a ser como antes: ni los bancos, ni la distribución, ni la manera de consumir de los ciudadanos, nada. Alguien, en cada empresa, debe poner las cosas claras sobre la mesa, ponerse la mochila en la espalda, por mucho que pese, y liderar el nuevo camino. Y si no lo hacen los que tienen el poder, ya me diréis quién lo hará…
Y vamos con el tercer elemento: ¿qué debo hacer para lograr “que las cosas pasen”? Hace unos días leí en un diario que un empresario explicaba cómo había dado un giro radical a su negocio, apostando por más información, introduciendo nuevas ideas para mejorar el clima laboral y para reducir el estrés, haciendo sesiones de coaching, creando una nueva estructura de la red de ventas, modificando los roles dentro de la organización, variando los procesos… Y, aún así, el empresario veía que no obtenía resultados. Y no lo entendía. La explicación que podemos encontrar en estos casos es que una cosa es el rol, y otra bien distinta, la persona. Y a los empresarios no nos ha de interesar el compromiso “del rol”, sino el de la persona. Aquí marcaremos el punto de inflexión. Este es el gran reto. Las personas deben ser la primera gran diferenciación en la relación con el cliente, externo e interno. El caso contrario es el de aquellas personas que tienen la ISO sólo “de puertas hacia fuera”, y que de hecho ni creen en aquello que hacen, y así les va…
Por tanto, no podremos innovar, hacer cosas diferentes, ir más allá en la relación con los clientes o encontrar oportunidades de modelo de negocio si no logramos el talento de nuestra gente ni somos capaces de dar la confianza necesaria para crear todos juntos la nueva hoja de ruta que, para comenzar, debe perseguir una relación excepcionalmente excelente con el señor cliente. Y esto empieza por uno mismo.
Indignémonos, de acuerdo. Pero, ¿y si, en vez de dedicar tanto tiempo a pensar en los grandes problemas, los de la política, los de la macroeconomía, nos paramos un momento a pensar en lo pequeños que somos? ¿Y si pensamos que, cada día, pese a los problemas, la crisis, las dificultades, el mundo empieza de nuevo, se abren nuevas oportunidades, y si pensamos que casi todo está por hacer, que aquello tan difícil que vivimos no es nada en este mundo enorme y global?
Indignémonos, de acuerdo, pero pensemos y trabajemos en la microeconomía, hagamos cosas diferentes, busquemos alianzas, pongamos en valor el talento y el conocimiento de nuestras empresas, escuchemos al señor cliente, miremos el mundo pero sobre todo prioricemos nuestro tiempo para comenzar a cambiar lo que está en nuestras manos, a cambiar nosotros mismos. Y, entre tanta indignación, entre tanta crisis y tantos problemas, recordemos sobre todo y de manera permanente que todavía está todo por hacer y por descubrir y que este mundo tan grande (porque hay vida más allá de España), está a nuestra disposición si nos atrevemos a salir de nuestra área de confort.
Finalmente hay que recordar que las empresas que verdaderamente ofrecen VALOR AL SEÑOR CLIENTE, cuentan con personal comprometido y tienen el modelo de negocio que toca, tienen muchos menos problemas para superar la crisis y dedican sus energías y prioridades a pensar estratégicamente, buscan nuevas oportunidades, redirigen sus acciones hacia las zonas emergentes y la internacionalización; en definitiva: trabajan para reforzar y hacer sostenible su empresa.
El mundo está lleno de oportunidades, y sólo sabremos identificarlas si cambiamos nuestros paradigmas, en caso contrario siempre encontraremos enemigos externos que nos permitirán justificar nuestra mediocridad.